San Mateo 4.1-11
Ora: 2a de Corintios 12:9-10 Canta: Tentado, no cedas
La tentación del Hijo bautizado
La Tentación puede considerarse como un factor necesario en la experiencia de la vida humana de nuestro Señor. Proclamado por la Voz del Padre, Su Hijo, el Amado, objeto de la Divina complacencia, fue llamado como Hijo para aprender la obediencia por las cosas que sufrió; y sin el más agudo sufrimiento de la tentación, no podría haber sido perfeccionado. Las palabras inmortales del hijo de Sirach eran supremamente verdaderas del único Siervo de Dios sin pecado: Mi hijo, si vienes a servir al Señor, prepara la tentación de tu alma. Pero la tentación de nuestro Señor no fue solo una disciplina personal necesaria para el perfeccionamiento de su propia humanidad; fue un primer paso en el cumplimiento de su obra oficial, y la base necesaria de todo lo que siguió. La tentación ocupa un lugar esencial en la salvación de la humanidad. Incluso si se sostiene que la Caída es una leyenda y el primer Adán un personaje mítico, el hecho del pecado humano permanece, y el pecado es una derrota moral que debe revertirse para que los hombres sean salvos. Además, debe ser revertido por el Hombre y en el Hombre, como fue sostenido por y en el Hombre. La mera falta de pecado, a menos que fuera probada por la tentación, no sería tal victoria; el segundo hombre no solo debe estar sin pecado; debe haber encontrado el pecado y vencerlo. Además, había una necesidad obvia de que la primera gran victoria se ganara antes de que comenzara la vida oficial del Señor. El trabajo de esa vida fue expulsar los poderes del mal que habían ganado la delantera en el mundo, y el que haría esto primero debe repeler un ataque hecho por ellos sobre Sí mismo. Nadie puede entrar en la casa de los fuertes y echar a perder sus bienes, a menos que primero ate a los fuertes; y luego estropeará su casa (Mr 3:27). El tema de la Tentación fue la atadura de Satanás por parte de Cristo, y las primeras consecuencias de esta atadura se ven en el despojo de la casa de Satanás que comenzó en las ciudades y pueblos de Galilea, y está en proceso hasta el día de hoy donde Cristo trabaja a través de su iglesia. Pero, según los Evangelios sinópticos, el impulso, la guía que condujo tanto a la atadura como a la ruina, debe atribuirse al Espíritu por el cual Jesús fue ungido.
Reflexión:
¿Qué importancia tiene la tentación en la formación de nuestro carácter de hijos de Dios?
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